La vitalista capital de Serbia es ecléctica, hipster, intensa: viajar a Belgrado es hacerlo a una ciudad europea muy diferente a las demas.

De Belgrado (que en serbio significa “la ciudad blanca”) dijo Le Corbusier que era “la ciudad más fea en el lugar más bello”. Se refería, sin duda, a las cicatrices que la historia ha dejado en la capital serbia: invasiones, batallas o guerras civiles pero, también, la herencia que multitud de pueblos han dejado en una ciudad que es, también, un auténtico cruce de caminos. Fruto de todo ello es una ecléctica mezcla de estilos arquitectónicos en el que caben la iglesia ortodoxa más grande de toda Europa -el templo de San Sava-, la sinagoga de Belgrado o la mezquita Bajrakli.

 

Viajar a Belgrado | Revista Tu Gran Viaje

 

Ese eclecticismo toma forma, como en ningún otro lugar de la ciudad, en las poco a poco “gentrificadas” calles del barrio de Skadarlija, a las que se asoman multitud de galerías, ateliers de artesanos y comercios tradicionales, y que hacen de él el auténtico corazón hipster y bohemio de Belgrado.

 

 

Belgrado tiene su icono más reconocible en la fortaleza de Kalemegdan, cuyos jardines son ideales para un paseo otoñal, con maravillosas vistas sobre el Danubio y el Save. Y no hay que olvidarse de los tesoros subterráneos de Belgrado, recorrida por 14 kilómetros de búnkeres y túneles, como las cuevas de Tasmajdan, bajo el imponente edificio del Parlamento nacional.

 

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