El Gran Viajero Manuel Monreal traza las pinceladas de un viaje histórico y sentimental de Malta, una isla que ama y conoce como pocos, en un fresco que forma a un recorrido que no podrás dejar de seguir en Tu Gran Viaje a Malta.

En Malta los pescadores pintan un ojo en la proa de sus barcos. Es el ojo de Horus, una tradición fenicia, con la que aseguran una gran variedad de beneficios: el más importante de ellos es que sirve de protección para no tener que abandonar nunca su tierra, y no es raro que no quieran irse, ya que el ritmo de la vida en Malta parece más humano y sosegado, como si estuviera marcado por un reloj más antiguo y solo se ocuparan de lo importante: las estaciones del año, la pesca y las cosechas.

Los mapas explican muy bien Malta y su historia, un archipiélago solitario, situado justo en el centro del Mediterráneo y formado por tres islas –Malta, Gozo, Comino– que no tienen montañas ni ríos pero sí un clima muy agradable que permite descubrir ciudades y pueblos de calles estrechas, llenos de catedrales, con caserones de piedra repletos de buganvillas e iglesias barrocas que también parecen catedrales y donde en algunas de ellas, cuentan, han ocurrido varios milagros.

Vive Tu Gran Viaje a Malta

Malta conserva muy viva su historia y la huella de los que han pasado por allí a lo largo del tiempo: fenicios, romanos, árabes, franceses y británicos, entre otros, e incluso aseguran que el mismísimo Ulises estuvo retenido siete años en la parte norte de la isla de Gozo, en la Cueva de Calipso, atrapado por los encantos de una ninfa que vivía al lado de la playa. Pero son dos los hechos históricos que han dado a Malta su aíre de misterio: uno, los templos megalíticos  -seguramente los monumentos más antiguos del planeta-, restos de la Edad de Piedra, más viejos que las pirámides de Egipto o Stonehenge. El otro, la presencia de los Caballeros de la Orden de San Juan, famosos guerreros de las cruzadas, cuya herencia es muy visible en todo el país y especialmente en La Valeta, su capital.

Fachada marítima de La Valeta, Malta. Foto de Clive Vella
Puerto de Valleta, Malta. © Clive Vella

Construida por los Caballeros en el siglo XVI, La Valeta es hoy una ciudad bulliciosa de calles estrechas y empinadas que suben y bajan formando toboganes, pero que siguen un orden, ya que fue una de las primeras ciudades del mundo en ser planificada para facilitar su defensa, por lo que su trazado es rectangular y de calles paralelas. La Valeta conserva una atmósfera atemporal con calles que guardan grandes obras de arte: iglesias y palacios y al doblar cualquier esquina pueden aparecer estatuas, escudos de armas o historias, como las de la calle Kingsway -también conocida como Gut-, que era el único sitio donde estaba permitido que los caballeros se batieran en duelo.

La Valeta (Malta) vista desde el puerto de Marsamxett. Foto: Clive Vella
La Valeta vista desde el puerto de Marsamxett. Foto: Clive Vella

El interior de la isla permite remontarse aún más al pasado de Malta. Mdina, que fue la primera capital del país, está situada en una colina en el centro de la isla y es una impresionante ciudad amurallada de muy pocos habitantes y que a lo largo de la historia ha tenido diferentes nombres y títulos, pero seguramente su nombre medieval es el que mejor la describe: La Ciudad Noble (Citta’ Notabile), ya que fue, y es todavía, el hogar de las familias nobles de Malta; algunas son los descendientes de los caciques normandos, sicilianos y españoles que habitaron Mdina desde el siglo XII hasta ahora. Sus impresionantes palacios se alinean en calles sombrías y solitarias, entre edificios de color ocre, formando uno de los mejores ejemplos que existen de ciudad antigua fortificada, con una extraordinaria mezcla de arquitectura medieval y barroca.

La Catedral de San Pablo de Mdina, Malta
La Catedral de San Pablo de Mdina.

Así es Malta a vista de pájaro: así es esta isla, este cruce de caminos en el corazón del Mediterráneo donde el viajero llega, ve, siente y fantasea con seguir el ejemplo de Ulises, pintar en su libreta un ojo de Horus y parar, ahí mismo, su caminar...