Si buscas un lugar que se quede grabado por siempre en tu retina, tienes que vivir Tu Gran Viaje a la isla de Pascua.

Un reportaje de Alfonso Bauzá de Mirabó Vidal

Nada más llegar a la isla de Pascua es casi obligado reindir pleitiseía a los famosos moais. Recordemos que la manifestación artística más habitual de los pueblos que habitan las numerosas islas dispersas por todo el océano Pacífico son las tallas en madera, caracterizadas casi siempre por la estilización y las formas verticales. En algunas de las islas, como Samoa y Tonga, junto a los trabajos en madera se realizan también pinturas sobre corteza, en ocasiones decoradas con plumas. Asimismo son notables las decoraciones, mezcla de escultura y pintura, que se realizan en las canoas, antaño empleadas para la guerra. Singular mención merecen las colosales figuras esculpidas en piedra volcánica, o moais, que se alzan enigmáticas sobre las costas de la isla de Pascua (Chile), en el Pacífico oriental.

 

© Alfonso Bauzá de Mirabó Vidal
© Alfonso Bauzá de Mirabó Vidal

 

Con una cultura que floreció entre los siglos X y XIII, los moais de la isla de Pascua, algunos de los cuales superan los diez metros de altura y las cuarenta toneladas de peso, constituyen un gran enigma tanto en lo referente a su origen como a su función.

 

Foto © Alfonso Bauzá de Mirabó Vidal
Foto © Alfonso Bauzá de Mirabó Vidal

 

El ukelélé es el instrumento tradicional más conocido de algunas islas del Pacífico, concretamente de Tahití, las Hawái y la Isla de Pascua. Se piensa que su origen e introducción en las mecionadas islas habría que buscarlo en el cavaquinho portugués. De todas formas se tiene por un instrumento hawaiano y, precisamente, en hawaiano significa “pulga saltadora”. A la hora de comer, lo mejor es zamparse un buen pescado asado a la brasa que pesca y prepara como nadie mi amigo rapanui:

 

Pescado comido en la playa Anakena. Foto © Alfonso Bauzá de Mirabó Vidal
Pescado comido en la playa Anakena. Foto © Alfonso Bauzá de Mirabó Vidal

 

En los siglos siglos XVI y XVII destacan por el Pacífico los viajes de los holandeses Le Maire y Schouten (1616) y, sobre todo el de Roggeven (1722), que tras descubrir la isla de Pascua merodeó por las Tuamotu y descubrió Maupiti. Tal vez llegó a pisar la playa de Ovahe y allí dejaría sus huellas… Pierre Loti, aquel escritor francés que en realidad se llamaba Louis Marie Julián Viaud (1850-1923) y una de las cabezas visibles del movimiento romántico, quiso desde pequeño ser marino y lo consiguió, pues navegó durante cuarenta años y llegó a ser capitán. Loti decidió dar la vuelta al mundo y llegó a Tahití en 1872, ese mismo año también visitó la isla de Pascua. Sus experiencias tahitianas la recogió en un diario (“Las bodas de Loti”) que tuvo un gran éxito en Francia. Lo de Loti se lo puso de apellido porque significa rosa en tahitiano. En sus exploración por la isla de Pascual a lo mejor Loti estuvo merodeando por el volcán Rano Raraku que, por cierto, tiene un topónimo que me gusta mucho…

 

Volcán Rano Raraku. © Alfonso Bauzá de Mirabó Vidal
Volcán Rano Raraku. © Alfonso Bauzá de Mirabó Vidal

 




En Tahití se encuentra la catedral de Notre Dame, en el barrio de la Misión, a unos 300 m del centro, en una zona muy apacible. Tiene toques neogóticos y está emplazada en el corazón de Papeete y de hecho está en el km 0 o P. K. 0 de la isla, o sea de aquí sale la carretera de circunvalación insular. Esta catedral fue restaurada a fondo en 1987 y la inauguró, tras cinco años de construcción y muchas discusiones sobre el modelo de edificio y el lugar donde debía emplazarse, el obispo Tepano Jaussen, esto ocurrió una Nochebuena de 1875. El obispo Tepano tuvo un importante papel en el establecimiento de una misión católica en la Isla de Pascua y también por mediación suya la isla pasó a ser propiedad chilena (recordemos que los rapanui solicitaron en tres ocasiones la protección del gobierno francés, pero Francia no tenía ningún interés en la Isla de Pascua).

 

Playa de Ovahe. Foto © Alfonso Bauzá de Mirabó Vidal
Playa de Ovahe. Foto © Alfonso Bauzá de Mirabó Vidal

 

Por último, no quisiera terminar estas notas, sin dar las gracias a mi amigo rapanui por su hospitalidad y a Jesús García por alguna sugerencia viajera que me hizo para mi viaje a la Isla de Pascua, que termina y me lleva de regreso a Santiago de Chile. Dicen los poetas que la vida es como un viaje, pero después de estar perdido en la perdida Isla de Pascua creo que “el viaje y la vida no tienen nada que ver”.

 

Tu Gran Viaje a Chile