Los sefarditas de Turquía





El 31 de marzo de 1492, los Reyes Católicos dan cuatro meses de plazo a los judíos no convertidos al cristianismo para abandonar su país. De un número aproximado de doscientos mil, cincuenta mil dejaran “Sefarad” (España) y se instalarán en el norte de África, y en el este –desde la actual Yugoslavia hasta Constantinopla o incluso China.

Los sefarditas, salvo en el norte de África, son minorías ilustradas en cada una de las naciones que habitan y tienen una organización supranacional en Londres (World Sephardi Federation). Viven en Belgrado, Jerusalén o Nueva York y tras ser expulsados de España se exiliaron en países vecinos, en el imperio turco y posteriormente, en el siglo XVII, Holanda. Precisamente un descendiente de expulsos españoles en Ámsterdam fue el gran filósofo Espinosa. Los que permanecieron fieles al judaísmo salieron de España en varias oleadas. Muchos murieron por el camino y otros se establecieron penosamente y comenzaron a rehacer su vida. Al principio, según Beinart, en las ciudades en las que se asentaron organizaron sus comunidades poniéndoles el nombre de procedencia.

Judeos-turcanos

Una buena parte de la diáspora sefardí se instaló en el imperio otomano, donde se aclimató bien y prosperó. Hoy, medio milenio después, la mayoría de ellos están orgullosos de ser judeos-turcanos (djudyos-turkanos). En política se abstienen, espiritualmente desarrollan sin ningún obstáculo sus actividades… ¿Por qué habrían de guardar vasallaje a la intolerancia?

Gabi Eskinazy y Samuel Demarquiz son un buen ejemplo de la comunidad. Gabi tiene una casa de comidas bastante concurrida entre el crisol de razas que ambientan el Gran Bazar de Estambul. Por unas pocas liras turcas en su “restaurante rápido” se puede degustar un estupendo potaje y de segundo, por ejemplo, carne asada con arroz (doner kebab) acompañado de un suculento y denso yogur. Lleva con agilidad el negocio y no sirve alcohol por respeto a la mayoría de sus compatriotas; sin embargo, quiere prosperar y dice que pronto trocará su negocio y se dedicará a la exportación-importación de confección.”Esto va bien” –nos dice— “pero nos vamos a dejar este hecho por otro hecho de export-import, ropa e hilo”.

Gabi, ¿qué tal vivís en Estambul los sefardís?

Los que moran en Turquía se pasan muy bien, hay pocos pobres los más de ellos son ricos. En Estambul estamos liberas, pasamos las vidas muy bien, tenemos todos trabajo, reposo, he no nos deraya ninguno.”

Tengo entendido que formáis una comunidad.

Es verdad, tenemos unas escuelas de nosos en Sisjaya y sinagogas en Sisli, Sishane, Balat, Kadikoy, Gortepe y Kuledibi. En verano todos se van fuera; nos vamos a tres lugares, Buyurkada, Burgalada y Heybeliada; formamos una comunidad llamada Neve Salom y en ella hay partidos que miran por los pobres, otros que organizan. El rabinato está en Tünel, en el centro de Estambul; tenemos Gaceta, antes se llamaba L Vera Luz, ahora ya no es y tenemos otra que se llama Salom. Tiempo ha que vivíamos en el centro de Estambul, al borde del mar y en lugares muy buenos, pero la mar empezó a ensuciarse y empezaron a irse.

Gabi, ¿qué proporción de la Gaceta publicáis está en romance?

Hay pasajes en turco y pasajes en ladino.

Desde vuestra salida de España conserváis el castellano, explica un poco el proceso…

Los viejos nuestros pueden hablar mejor, mi padre me enseñó a mí, yo a mi hijo: no hay escuelas en español; en casa nos enseñamos… Nosotros aprendemos las lenguas que queramos, si queremos hebreo, inglés, francés… Hay judíos que saben siete u ocho lenguas.

El castellano pervivió y pervive casi como una reliquia, repleto de arcaísmos, solecismo y de turco. En 1533 —escribe Belon— “era casi común” a todos los sefarditas.

Los sefarditas de turquía, una comunidad numerosa

Nadie sabe con certeza el número de sefarditas que habitan en Turquía. En Estambul las cifras oscilan entre los veinte y los treinta mil. En Izmir quedan unas quinientas familias, unas cuarenta en Adana y media docena en Antakya. “Aquí en Estambul los más de los judíos somos venidos de la España, unos 15.000 somos sefarad aquí. Hay judíos rusos… ¿De Israel? Pocos, ellos vienen a caminar y se van”.

Otro sefardí entre esos 15.000 es Samuel Demarquiz. Es el último en su familia que hablará español, sus hijos andan más interesados en el inglés y en la informática. Tienen una tienda de confección y es tremendamente amable. Este comerciante olvidó las tradiciones hispanas aunque se siente orgullo de poder utilizar el “español-sefardí”.

—Aquí, ahora, los ayos nuestros hablaban un poco español, la masa hebrea habla en turco o en inglés. La mancillería no sabe hablar español. Nos vinimos aquí hace quinientos años, sólo sabemos lo que oímos de los viejos que nos cuentan que vinimos de España.

Samuel me pide que le acompañe hasta el barco que le deja cerca de su morada. Cuando pasamos por el Bazar Egipcio me guía sección por sección, mientras cuenta que los novios se ponen kina en las manos antes de casarse y que el ilhamur es un magnífico estomacal. Ser español en Turquía es el mejor de los visados. En la actualidad una de las vías más rápidas para obtener la nacionalidad española es ser judío-sefardí, pero hace quinientos años era, a contrarias, la forma más rápida de “perderla”. Todo eso es agua pasada, pero los judíos-turcanos no olvidan que, como se lee en el Obadía, ellos son descendientes de los “exiliados de Jerusalem que están en Sefarad”.