No imaginaron nuestros antepasados de Al-Andalus, cuando comenzaron a preservar la naturaleza y lo más destacado del reino vegetal en los antecesores de los jardines botánicos que, diez siglos después, el concepto se vería ampliado por los arquitectos para integrar lo mejor de dos reinos -el vegetal y el mineral- en imponentes y bellos bosques de acero como el del jardín Botánico de Grüningen o el de Cuenca




Vigas torsionadas en volutas casi imposibles que estiran el concepto del acero como material eterno en entornos menos alejados de él de lo que parecería en un principio y, siempre, con la perdurabilidad y la integración en el entorno que les rodea como señas de identidad.

Grüningen es una bucólica población del cantón de Zurich que cuida al máximo su identidad arquitectónica: en 1972 fue galardonada con el prestigioso Premio Wakker por el desarrollo y la preservación de su herencia arquitectónica. Y el invernadero de su jardín botánico, diseñado por el estudio de Zurich Buehrer Wuest Architekten, sigue esa estela. El diseño se inspira en los bosques que rodean al jardín botánico, antes que en los edificios que conforman el recinto, y anuncia con un simple golpe de vista las intenciones de sus creadores: tanto el vocabulario formal empleado en la ideación como el concepto estructural se enraizan en esa naturaleza que, además, expande dentro de sí la vegetación que le rodea e inspira. El invernadero fue erigido usando la teselación de Voronoi -o interpolación vecina natural-, y sigue el modelo de la división celular de la naturaleza para definir la geometría del tejado, determinada por la posición de los troncos nuevos y viejos. Las ramas de acero de los cuatro árboles, como si fueran membranas de hojas, forman la estructura principal del pabellón y se elevan hasta los cinco metros de altura para entrelazarse limpiamente, formando una copa de árbol de cristal que forma el techo natural. Una construcción de vidrio secundario, suspendido de las ramas de acero, encierra el espacio interior del invernadero. Inmensas pantallas de cristal compartimentan el espacio para crear diferentes áreas en las que crecen especies subtropicales -papayas, plátanos…

bosque de Acero de Cuenca, del Estudio Moneo-Brock
Bosque de Acero de Cuenca, obra del Estudio Moneo-Brock

Se emparenta este invernadero de Grüningen con otro, más cercano y también más destacable: el Bosque de Acero de Cuenca, un impresionante espacio multi-usos de cristal y acero construido sobre un proyecto y dirección del Estudio Moneo-Brock y que se levanta en los solares de los antiguos viveros de la ciudad. El pabellón -donde encontramos una sala de usos múltiples de 1.265 metros cuadrados, un espacio polivalente y un restaurante- se compone de un conjunto de veintitrés módulos iguales e inversos, que juntos forman una malla estructural. Su forma arbórea es la de un pentágono irregular, con fuste de cuatro brazos. El edificio, aún compuesto por fragmentos, crea en su interior un espacio diáfano, único y continuo. Una seña de identidad para la Cuenca del siglo XXI que, al igual que su hermano de Grüningen, es testigo de la naturaleza como inspiradora de la mejor arquitectura.