En el Lower East Side neoyorquino hay un restaurante con 125 años a sus espaldas: el Katz’s Delicatessen, una central nuclear de las calorías.

Hay muchas formas de estar gordo, pero de verdad y a lo grande. Existe el gordo de panza redonda y dura como una carpa de circo; tenemos el que parece un castillo de carne temblorosa que, a su paso lento y seguro, amenaza con llevarse todo por delante; los hay que reparten sus arrobas de forma irregular a lo largo y ancho de su anatomía; y se conoce uno de un tipo peculiar e inconfundible: el gordo americano (del norte, claro), enorme, colosal, un intimidante armario de 2×2 que absorbe el espacio a su alrededor como un agujero negro de materia humana.

 

Katz's Delicatessen, visita obligada en Nueva York

 

Esto lo entiende uno mejor cuando viaja a los EE.UU., aunque sea a Nueva York, que, según los que conocen el país, es otro mundo respecto al resto de la Unión. Quien lo probó, lo sabe: en NY las raciones son gigantes, los refrescos piscinas y los postres, tartas de boda. Allí hay que ser un junco genético o vivir de cavar zanjas en la Quinta Avenida para no ponerse hecho un morcón. El tragaldabas hispano (ego no me absolvo) se convierte en Manhattan en un Fernando Martín recién llegado a una NBA lejana, muy lejana, un rey destronado que ya no es nadie en las batallas de la mesa.

 

 

Orgasmos, Meg Ryan y un sándwich de pastrami

Gay Talese escribe en Retratos y Encuentros que “los neoyorquinos se tragan cada día 460.000 galones de cerveza, devoran 3.500.000 libras de carne y se pasan por los dientes 34 kilómetros de seda dental”. Son datos que no escandalizan ni extrañan a quienes han comido en Katz’s Delicatessen, el local donde, como recuerdan muchos cinéfilos, Meg Ryan simula el orgasmo que avergüenza a Billy Crystal en la archifamosa escena de Cuando Harry encontró a Sally.

 

"Cuando Harry conoció a Sally" en el Katz's de Nueva York
“Cuando Harry conoció a Sally” en el Katz’s de Nueva York

 

Katz’s se sitúa en el Lower East Side, donde fue fundado hace 125 años como un restaurante de comida kosher (ya no lo es, aunque sigue su ‘estilo’), respetuosa con los preceptos religiosos judíos. El barrio, uno de los más antiguos de la ciudad, fue en las primeras décadas del siglo XX lugar de asentamiento de las oleadas de inmigrantes europeos, y hoy no destaca por ser una de las zonas más cuidadas ni hermosas de Nueva York, pero conserva cierto sabor y tiene su encanto, si bien algo destartalado y decrépito.

Send a salami to your boy in the army!

Los años han pasado y se ha transformado el área que lo vio nacer, pero Katz’s continúa allí, a pesar de haber cambiado de manos en varias ocasiones, y mantiene su orgulloso lema: Send a salami to your boy in the army (Mándale un salami a tu chico en el ejército). La frase reclamo surgió en la Segunda Guerra Mundial, cuando los tres hijos de los propietarios de entonces fueron reclutados para luchar en la contienda, a la que marcharon –o ese me gusta imaginar– cargados de suculentos alimentos que complementaran el rancho, como mandaba la tradición.

 

El pastrami de Katz's Delicatessen, un clásico de la gastronomía de Nueva York | Tu Gran Viaje
Foto Reno Laithienne Unsplash

 

Merece la pena adentrarse en Katz’s para descubrir un establecimiento amplio y sobrio, animado e incluso ruidoso, de paredes repletas de fotos de famosos que han comido allí, y atreverse con su especialidad más celebrada: el sándwich de pastrami, el máximo exponente de una comida contundente y abundante, sabrosa y explicativa por sí sola de la proliferación del gordo americano que abría estas líneas.

 

Sandwich de pastrami del Kat'z

 

Acabárselo cuesta, puedo asegurarlo, pero es delicioso. El pastrami es un producto típico de los judíos del este de Europa, una carne roja (ternera, por lo general) que se seca y ahúma, y aquí lo sirven en un generoso sándwich de pan blanco tan neoyorquino –y más añejo– que el cosmopolitan, Woody Allen, el brunch de media mañana y los taxis amarillos que no cesan de recorrer las calles de la ciudad que nunca duerme.

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