Guardado por Jorge Amado y mecido por las tamboradas, El Pelourinho de Salvador de Bahía es el delta donde desemboca ese río inmenso de vida que es la ciudad baiana.




No hay discusión en cuál es el lugar icónico de Salvador de Bahía: es El Pelourinho (o el Pelo, como lo llaman los bahianos). La plaza, en la que nunca faltan cuadrillas de niños tocando los tambores, está presente en la vida y la memoria de los bahianos desde la fundación de la ciudad, y no siempre ha tenido el carácter desenfadado y festivo que hoy regala a quien se pasea por su empedrado. No, el nombre lo dice: pelourinho, que así se llamaba -en portugués- la estaca que preside la plaza y que es a la que ataban a los esclavos para castigarles públicamente en los tiempos de la colonia portuguesa.




El Pelourinho de Salvador de Bahia ha pasado por todas las etapas posibles: fue un importantísimo mercado de esclavos en la época colonial, luego se convirtió en una zona de marginación en el más puro estilo Barrio Chino (que no falta en ningún puerto importante, cuanto menos en este nudo de comunicaciones que es Salvador), hasta que finalmente, desde hace unos años, se ha convirtido en el centro cultural de Salvador y en su escenario urbano más exportable y destacable.

¿Las razones? Principalmente, la contribución de las autoridades, a la presencia constante de grupos de percusionistas y de una excelente conservación de las construcciones coloniales heredadas de cuando Salvador fue capital del Brasil colonial portugués (el centro de Salvador está reconocido por la UNESCO como Lugar Patrimonio de la Humanidad y Centro Cultural Mundial). En todas las fotos -como en la que ilustra este artículo- se cuela la Iglesia Nossa Senhora do Rosário dos Pretos, la única de la ciudad que, en esos años de la colonia portuguesa, permitía la entrada a personas de color.




A esta explanada amplia, empedrada y en pendiente, la preside la Fundaçao -Casa de Jorge Amado -el premio Nobel brasileño, autor de Gabriela, clavo y canela-, donde un pequeño bar con vistas a la plaza tras una ventana enrejada es el lugar idóneo para descansar con un helado, un zumo de naranja o una cerveza bien fría.

 

 

Adyacente al hogar del escritor se encuentra el Museu da Cidade, que con una amplia colección de trajes de candomblé -el baile tradicional bahiano-, los objetos personales del poeta Castro Alves (autor de El Barco de Esclavos y una de las primeras figuras públicas en posicionarse en el siglo XIX en contra de la esclavitud) y los títeres tradicionales de tela que representan escenas de la vida diaria, colonial, así como pinturas y esculturas, pone al día a los visitantes de cómo es la ciudad donde se encuentra oyendo ese ruido acompasado de los tambores. ¿Para reponer fuerzas? El bello O Cravinho, en el Terreiro de Jesús, con su inabarcable colección de cachazas, es una opción muy recomendable.