Se cumplen nueve años de la celebración en Río de Janeiro de la cumbre Río+20, en la que mantuvimos una larga conversación con el fotógrafo y cineasta Yann-Arthus Bertrand acerca de la salud de los océanos, del medio ambiente y del estreno de su entonces última película, Planet Ocean. Aquella entrevista fue publicada en la versión española de la revista Esquire y hoy, Día Mundial de los Océanos, la recuperamos por su plena actualidad.

 

Planeta Océano: una conversación con Yann-Arthus Bertrand, el hombre que ama el planeta | Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand | Tu Gran Viaje
Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand

 

El cine Odeón, en la mejor esquina del barrio de Cinèlandia de Río, el pariente carioca de Broadway, es un templo del Séptimo Arte que pareciera sacado de una fantasía cinéfila de Peter Bogdanovich. Es, también, el lugar idóneo para el estreno mundial de Planet Ocean, el último aldabonazo a nuestras conciencias del fotógrafo y director de cine Yann Arthus-Bertrand (París, 1946), una película documental codirigida con Michael Pitot y patrocinada por OMEGA con la que rapta la atención de una audiencia formada por periodistas de todo el mundo, altos directivos, políticos, embajadores e incluso un príncipe soberano, Alberto II de Mónaco, para convencernos de que, así, no. De que si continuamos tratando a los océanos -que cubren las tres cuartas partes del planeta, que en su gran parte no están bajo soberanía alguna y a los que, básicamente, debemos la vida y el planeta como lo conocemos- con la soberbia casi infantil y la prepotencia codiciosa que nos caracteriza como especie, otra película -la de la vida misma- cambiará, dentro de muy poco, para siempre y a peor.

 

Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand
Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand

 

La fecha elegida para este première es, también, la mejor de las posibles: a la mañana siguiente arrancará Río+20, la conferencia de la ONU para el desarrollo sostenible que se cerrará con los acuerdos poco útiles de rigor que se espera de estas citas. Pero eso, aún, no lo sabemos: ahora, estamos sacudidos por la sucesión de escenas aéreas rodadas por Bertrand y su equipo y que muestran miles de contenedores apilados como túmulos hasta el horizonte, playas cuya arena ni se adivina bajo las miles de sombrillas que la tapan y cadáveres de cormoranes trufados de encendedores y tapas de bolígrafo; pero, también, panorámicas de corales infinitos bajo aguas transparentes, islotes estrechos y altos como estacas a los que la niebla susurra en bahías de ensueño, y majestuosos cachalotes rompiendo las olas del color del acero. “He querido mostrar la belleza de los océanos, su diversidad, su utilidad, y también las amenazas que sufre y las soluciones que podemos ofrecer. Porque nosotros, la Humanidad, somos tanto la causa como el remedio de su estado”. Y a fe que lo consigue. Cualquiera de nosotros sabe de qué está hablando.

 

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Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand

 

Resulta imposible no abandonar el Odeón y echarse a la noche carioca sin hacer examen de conciencia ni,claro, la promesa del acto de contrición: no más atún rojo, no más plástico sin reciclar, menos coche y más bicicleta. “No se trata de ser culpable, sino de ser responsables. Eso es lo que intento decir con mis películas. Todos somos responsables. Nos quejamos de China, pero si compramos algo fabricado allí, somos parte de la contaminación generada en el proceso, porque China es la fábrica del mundo”, asevera Bertrand huyendo de toda ingenuidad, mirando los teléfonos, entre ellos el suyo, que descansan sobre la mesa. “Si comes pescado, eres responsable de la sobre pesca; y si comes ternera, lo eres del cambio climático. ¿Queremos culpar a alguien cuando todos somos responsables? Es muy difícil parar esa dinámica, pero sí podemos ser conscientes y sabernos responsables de ella. Creo que el sentido de la vida es conocer lo que sucede en el mundo, qué impacto tienes tú en él, y cómo puedes ayudar”.

 

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Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand

 

 

 

Planeta Océano: una conversación con Yann-Arthus Bertrand, el hombre que ama el planeta | Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand | Tu Gran Viaje
Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand

 




 

Creo que el sentido de la vida es conocer lo que sucede en el mundo, qué impacto tienes tú en él, y cómo puedes ayudar.

 

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Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand

Y a eso Bertrand, un ecologista apasionado preocupado por demostrarnos a todos que otro mundo es posible, ha dedicado gran parte de su vida, que es, en sí misma, otra película. Tras dirigir una reserva natural en Francia en plena ebullición del mayo francés, se trasladó a Kenia para realizar un estudio sobre los leones de Massai Mara mientras se ganaba la vida pilotando globos aerostáticos para turistas. Fue así cómo descubrió la fuerza de las imágenes aéreas, que le han hecho célebre en todo el mundo. “En África vi cómo había que mostrarle a la gente las cosas: desde el aire. Puedes explicarlas mucho más fácilmente que si lo haces a ras de suelo. Además, cuando vuelas, ves que muchas cosas cobran sentido, descubres realidades que desconocías”.

 

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Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand

Embajador de Buena Voluntad del Programa de la ONU para el Medio Ambiente, en 2006 fundó la ONG GoodPlanet y sus trabajos -exposiciones, películas, proyectos educativos- saben concitar la atención de instituciones públicas y privadas, que se rinden ante la fuerza y sinceridad de su argumentación: hace unos años fue la multinacional del lujo PPR quién financió su anterior película, Home, y ahora es la relojera OMEGA quién está detrás de Planet Ocean. Algo que a Bertrand no le causa conflicto alguno, antes al contrario. “Yo no creo que en un lado haya empresas malvadas y, en el otro, consumidores bondadosos. Cuando repostas gasolina en tu coche, no te preguntas si viene de Nigeria, o de Irak. No seamos tan ingenuos, todos somos responsables de lo que sucede. Por eso es fantástico que una compañía tan importante como Omega financie a un activista como yo. No creo que vayan a vender más relojes gracias a esta película, pero el que sean parte de lo que intentamos hacer, que es abrir los ojos a la verdad, me parece sinceramente algo fascinante y bello. Les estoy muy agradecido y me he sentido muy cómodo trabajando con ellos. He sido completamente libre de hacer lo que he querido”.

 

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Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand

 

Debido a Río+20, la cidade maravillosa está fortificada. No hay garotas en Copacabana que reclamen la atención del viandante y sí lanchas artilladas varadas a pocos metros de la orilla, helicópteros en vuelo estacionario sobre las pistas de voley playa y centenares de jóvenes militares, guardias y policías con equipamiento y gesto de Jarheads tropicales en cada esquina y rotonda. Tal despliegue de poderío no empaña la realidad innegable de que Río es una de las ciudades más bellas del mundo, si no la que más. Lo que sí la empaña es la contaminación. Una urbe de seis millones de habitantes, repleta de iconos, cercada por las playas más famosas del hemisferio sur y la jungla de un parque nacional, y que recicla tan sólo el cinco por ciento de la basura que produce. Como la que la favela Rocinha, la famosa Ciudad de Dios, vierte al mar sin control, sin prisa, sin culpabilidad: casi sin remedio.

 

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Playa de Copacabana, Río. Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand

 

Una obra maestra de Óscar Niemeyer en forma de puente separa el lado más turístico de la favela de la depuradora, donde los operarios, metidos hasta los codos en el depósito donde desagua la acequia que arrastra la basura, se afanan en rescatar del líquido hediondo piezas de bicicleta, latas y botellas, objetos sin forma ni color: pura merda que, si no es por esos working class heroes, iría a dar al mar. Un mar que, en varias de las playas de esta ciudad, está acotado y el baño, prohibido por peligroso e insalubre.

 

Yo no creo que en un lado haya empresas malvadas y, en el otro, consumidores bondadosos. Cuando repostas gasolina en tu coche, no te preguntas si viene de Nigeria, o de Irak. No seamos tan ingenuos, todos somos responsables de lo que sucede.

 

Para comprobarlo no es necesario zambullirse en ellas: basta con circular por la avenida Niemeyer rumbo a Ipanema para ver cómo las tuberías ocultas en los acantilados bajo el nivel del agua arrojan miles de metros cúbicos de algo marrón que mancha el azul del océano por el que surfean los cariocas. “Sobrevolando Río descubrí el Piscinão de Ramos [una piscina artificial construida en la playa de Guanabara]. Fue algo simbólico el contemplarlo y poder fotografiar esa polución del mar. Sabemos que en veinte años nadie ha hecho nada, y lo aceptamos: ¿por qué? Porque somos parte de ello. Vivimos en democracia y tenemos los políticos que merecemos. No creo en ellos, pero no les culpo, porque nosotros, quienes les elegimos, no queremos cambiarles, y tampoco podemos pedirles que hagan algo que ni siquiera nosotros queremos hacer.”. Bertrand no cree siquiera en los políticos ecologistas. “La ecología política está muerta. ¿Qué es ser ecologista? ¿Amar la vida y al planeta? A los hombres nos gusta luchar, míralo en Francia, donde el Partido Verde está acabado porque sus preocupaciones se limitan a los cargos y esas cosas. Con la ecología política no se convence a la gente. Se la convence con amor, no con conflictos”.

 

Planeta Océano: una conversación con Yann-Arthus Bertrand, el hombre que ama el planeta | Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand | Tu Gran Viaje
Planet Ocean © Yann-Arthus Bertrand

 

Por eso Planet Ocean es, dice, una película sobre el amor. “Todos tenemos la habilidad de contemplar la belleza, y esa habilidad debería ser liberada, compartida con los demás y, de ese modo, dejar que nuestros corazones hablen de amor. Sinceramente, creo que Planet Ocean hace pensar. Cuando ruedo una película intento ser simple y no hacer las cosas complicadas. Hablo de lo que amo, que es la belleza del planeta, y sobre nuestra responsabilidad, y así el público reflexiona. El mensaje es claro, interesante y bonito. Pero sé que es complicado el convencer a la gente”. Entonces, ¿hay esperanza, o es demasiado tarde? ¿Estamos aturdidos por mensajes catastrofistas y no sabemos distinguir una leyenda maya de un hecho empírico? “Aunque no soy del todo optimista, también creo que es muy tarde para ser pesimista. Yo, por mi edad, no voy a ver si tendremos éxito. Pero no por ello voy a dejar de intentarlo, a resignarme, a dejar de hacer lo que tengo que hacer. Ese es mi trabajo. Hay que enfrentarse los hechos en lugar de mentirse a uno mismo y negar la realidad”.