2. Budweiser sin propina


Los Galgos Grises cap 2 Budweiser sin propina

Los Galgos Grises> Capítulo 2

[space height=”20″] Llueve en Boston como si no tuviera nada mejor que hacer. Desde el mostrador de reservas de última hora del aeropuerto, reservo un estudio en el centro por cuarenta y siete dólares diarios. Tomo el metro, y un dulce aguacero me recibe cuando salgo al exterior, a una calle de edificios victorianos cubierta por un paso elevado. Hay un coche de policía aparcado a la puerta de un bar que está adosado a mi hotel, un moderno edificio de cinco plantas de muy buena pinta. Demasiada, pienso, para que cueste tan poco. Naturalmente que me he equivocado. En cien dólares. Ahora llueve y anochece, dramáticamente. El recepcionista se compadece de mí.

– Te ayudo a buscar algo. Toma esta lista de hoteles. Llama desde ese teléfono, yo lo haré desde este.

Son las once de la noche cuando llego por fin a mi nuevo hotel, el Milner. El recepcionista puso mucho énfasis en que no me confundiera al salir de la estación, y lo hago a un parque, el Boston Common. Grupos de chicos fuman marihuana despreocupadamente apoyados en las paradas del autobús. El Milner no es muy caro, la habitación es pequeña, pero ya no me importa. Quiero descansar, y tengo hambre. Me ducho, canaleo mientras fumo mi primer cigarrillo en esta primera jaima del viaje, y salgo buscando un sitio donde sentarme.

Lo encuentro a un par de manzanas, en un local que anuncia gigantescas pizzas al estilo de Chicago y donde un mísero plato de macarrones con algo que parece carne de alguna especie pre-bíblica me cuesta seis dólares. A un lado, hay una taberna, y enfrente una comisaría. No tengo la mínima idea de donde me encuentro, estoy agotado, y con un poco de jet lag, pero he encontrado un bar. Tomo mis primeras Budweiser. El camarero me mira mal porque no le dejo propina.

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