Recónditas, rodeadas de un halo de misterio, y marcadas con un aspa roja en las agendas de los más grandes viajeros: Así son la Isla de Pascua, Rapa Nui, y la de Robinson Crusoe, dos territorios chilenos de alta mar en los que pareciera que el mundo comenzó… Y también que se detuvo.




A un mundo de distancia de Santiago de Chile –más de 3.700 kilómetros-, los legendarios moais vigilan desde hace más de ochocientos años los pasos de los afortunados que hollan la isla de Pascua. A Rapa Nui –su nombre original, que significa “el ombligo del mundo”- no hay película ni documental que le haga justicia, ni lugar más remoto: es el territorio habitado más aislado del mundo.

 

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La mitad de la isla es un Parque Nacional, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, donde no faltan playas de arenas rosadas, volcanes y tradiciones de los habitantes, los rapanui, que llegaron desde las Islas Marquesas en el siglo VI y que durante más de mil años no tuvieron contacto con el exterior –hasta que la isla fue “descubierta” por los holandeses en 1722- y que cada mes de febrero celebran la Tapati, una fiesta de dos semanas donde se pintan el cuerpo como lo hacían sus ancestros, compiten en pruebas asombrosas, cantan, bailan y eligen a su reina.

 

Isla de Pascua - Rapa Nui. TGV LAB Agencia de Marca y Contenido

 

Más cerca del continente –a unos 500 kilómetros- está la isla de Robinson Crusoe, con una riqueza natural comparable a Galápagos y con un pequeño gran lugar en la historia: fue escenario del primer combate naval de la I Guerra Mundial, con un acorazado alemán hundido en sus costas.